El grupo de
gobierno del ayuntamiento de Tuy justificó, en sesión plenaria, por falta de
recursos, la denegación del uso del infrautilizado teatro-auditorio municipal del edificio de la Xunta,
denominado Área Panorámica, para la celebración
de determinados eventos; si bien, el remanente de tesorería no deja de crecer
vertiginosamente y de manera misteriosa: en diciembre de 2016 era de más de 6,5
millones; en febrero de 2017, 7,8 millones, y en mayo, según reciente declaración
del alcalde, 10 millones.
Al coste económico
de disponibilidad de la sala, se añadió, por parte del concejal de tráfico, experto en cálculo
de riesgos, como apuntalamiento de la razón primera, el valor dinerario de elementos como el telón y otros, para ilustrar sobre la
improcedencia de exponerlos a graves deterioros, como si tal espacio se hubiese
solicitado para celebrar un botellón,
cuando la negativa a facilitarla se
concretó para actuación de la Coral Tudense y la gala para elección de Miss
Grand Galicia. Con anterioridad ya se le
había negado a la banda popular de música de Tuy para el concierto de Navidad.
El desarrollo
del debate posibilitó el afloramiento de ideas de feminismo rancio y mal entendido por parte de algunos miembros
del grupo de gobierno, incluso de expresiones que evidencian bajo concepto de
la mujer, cuando aparentan defender lo contrario, como las palabras del alcalde:
“no vamos a permitir que el teatro se convierta en un gallinero”. Se supone que
las gallinas serían las concursantes de belleza.
Una característica
que define a los partidos nacionalistas, verbigracia el BNG, y a las personas
que militaron en ellos, además del radicalismo y el árido simplismo argumental, es el talante
adusto e inquisitorial. Creen que eliminando a la reina de las fiestas, y
posicionarse en contra de los concursos de belleza, rescatan y dignifican a la
mujer. Lo que dignifica y emancipa tanto
a la mujer como al hombre es el ejercicio de la libertad. Aspirar a la belleza corporal
no entraña mal, vicio ni deshonra alguna. La belleza, como exponente de
perfección, ha sido considerada objeto de culto desde la antigua Grecia, pasando por el Renacimiento y llegando hasta nuestros días, como
representación de múltiples valores, e inspiradora y motor del desarrollo de las principales artes, escultura, pintura y cine;y no
solo de las figurativas, sino prácticamente de todas ellas.
De entre las
concursantes de los certámenes de belleza y de las pasarelas, han salido,
gracias a este trampolín, relevantes figuras femeninas, y no solo del
espectáculo, actrices y directoras de cine, sino empresarias y activistas sociales. Tampoco es
motivo de desprecio la belleza como
recurso en la vida (hoy mismo, Verónica Forqué, declara en El País, “yo tenía
una tetas preciosas que me han dado mucho trabajo”). Es de hipócritas menospreciar
a las personas, mujeres y hombres, por aspirar a la belleza. ¿Entraña, per se, algún
mérito o valor renunciar a ella o descuidarla? La primera dama de España, personalidades de la nobleza, famosas y
adineradas, compiten todos los días por ser las más guapas, y esa competitividad es objeto de seguimiento por muchos medios de comunicación, atentos a la riqueza expresiva de su
aspecto físico, como también a la elegancia.
Este empeño en contra del valor de la belleza
femenina, de la coquetería y de la
sensualidad, valores universales en el tiempo, como si estuviese reñida con la cultura y la
inteligencia, nace de la falta de reconocimiento de la particularidad y
diferenciación de lo femenino y del afán totalitario, castrador y un tanto
fascista de igualdad sin matices.
Los representantes públicos deben saber que el desempeño del cargo no les legitima para imponer a la sociedad sus propios criterios
sobre ética, moral y modo de conducirse;
no solo porque son personales e intransferibles, sino porque no han sido elegidos para ese cometido. La
explicación, que no argumento, que ofreció la representante del Bloque en un pleno
sobre la eliminación de la figura de la reina de las fiestas de San Telmo: “eu
como muller, síntome ofendida”, revela estrechez de miras, autoritarismo, y
desconocimiento de los límites de sus facultades como concejala, en cuanto que entiende que su concepto
personalista de lo que atañe a la dignidad femenina debe ser trasladado e
impuesto al conjunto de la sociedad.
Si a los administrados se les priva del Área Panorámica, es porque
los administradores carecen de perspectiva.
José
Antonio Quiroga Quiroga