El silencio de
Jesús de Nazaret en el interrogatorio de
Herodes Antipas, y el mantenido después en el juicio ante Poncio Pilato,
tras responder, de manera escueta y
ambigua, la pregunta si era el Rey de los judíos: “Tú lo dices”, “Mi reino no es de este mundo”, es impropio
de un ser sobrenatural, como también el refugiarse, cual reo común, en
artificios retóricos para evitar ser culpado de liderar un movimiento contra la
dominación romana. Tal actitud cuestiona la naturaleza divina de Jesús y alimenta la
hipótesis de que en realidad era un revolucionario convencido de ser la
encarnación del esperado Mesías que
liberaría al pueblo judío del yugo de Roma. Años más tarde, el sueño de
autonomía para Judea que albergaba Herodes Agripa, rey de los judíos por nombramiento del
emperador Claudio, le llevó a creer que él era el Ungido, el Mesías que expulsaría
a los romanos de Judea. Consecuente con el designio divino fortificó Jerusalén y
creó una gran alianza con numerosos reyes de oriente medio.
Hasta aquí todo
es historia, y en este campo procede reseñar que no hay constancia de registro manuscrito civil
alguno que recoja que el abuelo de Herodes Agripa, Herodes el Grande, responsable
de numerosas operaciones criminales de envergadura, lo sea de mandar matar a los niños nacidos en
Belén menores de dos años. Únicamente el Evangelio de Mateo, de los cuatro
Evangelios canónicos, menciona este
hecho. Pero el objetivo de este escrito es el de explorar, de pasada y a modo
de simple ejercicio, el alcance de la frase que da título al mismo.
Dando por
bueno que Jesús era/es el Hijo de Dios, una manifestación o desdoblamiento de
Dios, Dios mismo y, por tanto, Creador
del Universo (por cierto, dimensionalmente
parece que se le ha ido la mano, para qué tan inimaginable e inalcanzable inmensidad),
y del minúsculo rincón del mismo en el que vive la humanidad y demás seres
vivos, ¿Es posible entender que el
universo material y el mundo mismo en el que nació el hijo de Dios, son regiones que no pertenecen a su reino ? Al margen o no de que en este mundo estaba el paraíso terrenal,
que debió ser desmantelado tras la expulsión de Eva y Adán ¿Acaso no reina
sobre sus desamparadas criaturas, más
allá de que sean o no también espíritu, puestas merced de las desconsideradas e implacables leyes de
la física: la fuerza mayor desplaza a la menor, y el pez grande se come al pez
chico? ¿Tiene sentido, entonces, que exista una constelación de poderes
celestiales protectores, con su mirada aparentemente puesta en este mundo si no pertenece a su reino?
Su reino no
es de este mundo, pero sí el de sus ministros en la tierra. De hecho la Iglesia
Católica es la organización/institución más rica del planeta, y también más
poderosa que cualquier estado. El principio de que solo lo poderoso es respetado subyace en la grandiosidad y tecnología constructiva de
sus templos. A este respecto el estilo gótico representó en su tiempo la misma
expresión de poder material que el exhibido por los impresionantes rascacielos de
hoy día. Es evidente que esta política no es consecuente con su doctrina pero
sí necesaria para su existencia y propagación. Prácticamente nadie seguiría una religión cuyos lugares de culto
fuesen humildes hangares o simples carpas: el pueblo diría que no son la
doctrina verdadera porque es evidente que, aunque este mundo no es su reino,
Dios no los protege.
José Antonio Quiroga
Quiroga