No referiré al
protagonista y responsable de los hechos que se relatan en esta retrospectiva por
su tonante y punitivo nombre, de esos que suelen determinan el carácter de quien lo lleva,
sino por
concordancia fonética y hermandad en la impostura de conducta, por el de
Catón, en recuerdo al homónimo
romano
conocido como el Censor;
por quien el
emperador Claudio sentía especial inquina por su doble moral.
Cuando alcalde,
Catón solía reconvenir a los corporativos, incluso llegaba a amonestarlos de expulsión, por
utilizar expresiones que no se ajustaban a su particular e intransferible
sentido del decoro. Un decoro gazmoño sostenido con evidente artificiosidad, y
apuntalado con interjecciones cursis del tipo ¡¡¡Concho!!! que empleaba como enfático remate en los arrebatos de contrariedad o de reafirmación. Ahora de mayor, pero de nuevo
incrustado en la esfera del poder político local, conserva intacta la actitud
farisaica de cuando joven, aunque más depurada por la maestría adquirida en el arte
del fingimiento, y enmascarada por la pátina de bondad que los años suelen
otorgar. El enternecedor papel de abuelete cebolleta, presto a desempolvar conmovedoras batallitas de su particular hemeroteca, que exhibe en plenos y entrevistas, es otro visaje de su taimada doblez; faceta que redondea desde el púlpito de Facebook, asumiendo el rol de senior docto y ejemplar, que está de vuelta de todo, divulgando máximas, aforismos y dichos de la más variada estofa para guía de sus virtuales seguidores.
Su faena
política arranca con un movimiento definitorio, nada honorable, la ópera prima
de una serie de desaciertos e imposiciones de lesivo desenlace, que marcó el
devenir político del municipio hasta la fecha. Sobre él recae la dudosa
reputación de ser el primer tránsfuga en
Tuy de la democracia. Saltó del gobierno de Unión Tudense al banco del grupo
mixto impulsado por la oferta de encabezar la candidatura del PP en la siguiente
convocatoria electoral. Desde la trinchera de la oposición se dedicó, con nulo éxito, a poner
palitos en las ruedas del carro del gobierno tirado por solo tres personas. Más
tarde sufrió en carne propia los efectos de su medicina: una moción de censura
interior siendo alcalde, y la fuga de alguno de sus compañeros de grupo cuando
ocupaba escaño en la oposición. Ahora, la frágil coyuntura política actual, y la perspectiva de hacerse con la poltrona ha
vuelto a despertar su naturaleza de conspirador máximo.
Como regidor
pronto abrió un abultado melón de desaciertos. Cambió el emplazamiento proyectado
del futuro vertedero municipal y lo situó en el espacio de protección del
parque natural del monte Aloya. Cada domingo, vecinos de Malvas, preocupados
por la contaminación de los manantiales de agua de abastecimiento, se
manifestaban en el centro de Tuy. Una querella judicial del desaparecido Gundín,
desembocó en el abandono del vertedero y la renuncia al cobro de 22.000.000 de
pesetas por parte del empresario que lo ejecutó, pues de lo contrario dos personas acabarían en la cárcel, en palabras del entonces Secretario del Ayuntamiento, López Pita. Luego, según ciertas
fuentes, esos millones le fueron reembolsados al empresario al
serle adjudicada, de manera controvertida, la construcción de la piscina municipal
por importe de 80.000.000 de pesetas.
Al amparo de
una mayoría de gobierno demoledora
pretendió derribar el Teatro Principal para crear una plaza-mirador al río. La
tentativa fue abortada por un caudal de artículos de prensa en contra y de cartas
al director. Pero la frustración permaneció viva en la parte reptiliana, la más
primitiva del cerebro, del tiranosauro Catón, a la espera de ser resarcida. Con
el actual gobierno, plegado a sus imposiciones, a riesgo de romper el grupo, se tomó la
revancha consiguiendo que la Fundación Teatro Principal de Tuy, sin alternativa
posible, acordase la venta del inmueble.
El recinto
ferial prometido por Fraga en la parroquia de San Bartolomé, para cuyo acceso la Cámara de Comercio había
decidido comprar una franja de terreno colindante con la calle Canónigo Valiño, se
malogró a causa de la exigencia, no aceptada, del propio Catón como director del complejo. También desbarató
el establecimiento en Tuy de la Universidad de Verano, para la que el Seminario
ofrecía el alojamiento de los estudiantes. Este revés hizo que el obispo, contrariado, exclamase: ¡¡¡Qué
tiene este hombre contra Tuy y el clero!!!
El cuarto de
sonrisa torcida, que adorna la cara del esquinado
personaje, revela que también tiene una faceta cómico-patética. En una ocasión sacó a concurso plazas para puestos de limpiadoras que, entre otras pruebas a superar, contemplaba tres de tipo físico, todo un triatlón: carrera de 100 m lisos, salto de
altura y salto de longitud. No debió ser agradable ver competir a aquellas señoras, algunas entradas en carnes
y años, vestidas de pantalón corto moviendo desesperadamente sus traseros. Pero
quién sabe si entre las atléticas concursantes estaba la madre que luego
engendraría a Gómez Noya, nuestro
pentacampeón mundial de la especialidad. Otro episodio peculiar tuvo
lugar a continuación del tumultuoso tiempo de precariedad en el abastecimiento
de agua a la ciudad, provocado por el apresurado suministro de agua tintada no
potable, durante varias semanas. El agua
de la traída era de color amarillo, semejante al de los refrescos
Mirinda o Fanta de la época. Para tranquilizar a la población iba Catón, cual conejillo de indias dispuesto a inmolarse, emulando el estilo populista de Fraga en Palomares, de
bar en cafetería pidiendo vasos de agua del grifo. Tras beberlos de un tirón les
decía a quienes, con recelo, se lo habían
servido, e indirectamente a los demás presentes: ves, no me he muerto, aquí
estoy.
Pero fue en el
campo de la disciplina urbanística, en el que las torpezas cometidas hipotecan una ciudad de por vida, en el que Catón destacó como Ángel caído del error permanente, víctima de su infundada
como contumaz suficiencia congénita que le abocó siempre a meter la pata de
cabra. Materia ésta en la que se estrenó encargándole
a un ingeniero de caminos, mercenario del PP, y lego en urbanismo, de la
redacción del PGOU, mero ejercicio de delineación que pronto fue reconocido por
todos de desastroso. La primera redacción del Plan General presentada para aprobación
inicial, luego rechazada por Patrimonio,
contemplaba la descabellada idea de la eliminación de la Zona de Respeto del
casco histórico, y el aumento de alturas en el ámbito del Paseo de la
Corredera. Pero el revés, no aceptado
por el orgulloso Catón, no impidió que
circulasen planos del PGOU sin firma de aprobación, tal y como funcionarios de la COTOP le
confesaron a un arquitecto municipal. Esta
situación de confusión desembocó en una denuncia en la Fiscalía por falsedad documental, presentada por un concejal de la
oposición. Los planos falsos desaparecieron como
por ensalmo y la denuncia fue archivada por falta de pruebas. La aprobación
inicial de dicho Plan General preveía también un edificio de viviendas de B+ 4 alturas en el
solar que ocupaba la anterior plaza de abastos, luego demolida, cuya construcción Catón
justificaba como recurso que ocultaría la fealdad edificatoria de la C/ Casal
Aboy; si bien se decía por aquel entonces que el edificio proyectado iba a ser
promovido por un cargo del PP local.
Esta pretensión constructiva la
paralicé al repartir entre los vecinos de dicha calle, durante unas elecciones municipales, una perspectiva del pretendido bloque de viviendas. Procedimiento que años después utilicé para que se impidiese la
construcción de la muralla edificatoria que el PGOU contemplaba en la C/ Martínez Padín y la ribera
del río Tripes. Esa franja de terreno
todavía hoy permanece excluida del área regulada por el PXOM en vigor. Sin embargo, el imperecedero
espíritu de revancha de Catón pudo resarcirse del revés sufrido con la frustrada construcción del edificio de viviendas en el lugar de la desaparecida plaza de abastos. Con los votos determinantes de su
partido, consiguió, al fin, ocultar la fealdad edificatoria de la C/ Casal Aboy, con la construcción en dicho solar del nuevo Centro
de Salud.
Al tiranosauro le son
imputables el estrechamiento de dos de las vías-avenidas de penetración a la
ciudad: la Avenida de la Concordia y la calle Colón. En la primera
alteró la alineación que el retranqueo
edificatorio del Plan Especial del Campo de la Feria sabiamente guardaba. Esta
avenida ha quedado condenada con la construcción adelantada, respecto de la alineación preexistente, de un edificio a la
altura de la estación del ferrocarril, que marca la nueva alineación de calle
hasta el final de la misma. La estrechez inicial y actual de
la segunda calle, con
exiguas aceras de 1,50 m de ancho, se deben a
su ignorancia prepotente, impermeable a todo consejo o sugerencia. El tortuoso trazado de la C/ Hermanos Maristas no obedece a error o torpeza sino a causas menos confesables. Nadie pudo entender que para el trazado de esta calle,
proyectada con ancho de 10 m, hubo que demoler una casa, que estrechaba dicho vial en la intersección con la C/ Casal Aboy, para luego ser levantada prácticamente en el mismo lugar. Tal atropello trocó para siempre la alineación recta proyectada en dos bochornosos y absurdos quiebros. Un día
coincidí casualmente con Catón en la c/ Casal Aboy, que venía de
inspeccionar el trazado de la C/ Hermanos Maristas; le pregunté sobre el porqué
de los
dos quiebros irracionales de la alineación;
impertérrito, conforme su marmóreo cinismo, respondió: “fue el aparejador
municipal que se equivocó al dar la línea”.
También a él le
corresponde el cuestionable mérito de ser el primero en abrir el portillo a la
instalación de grandes superficies comerciales en Areas; esas máquinas de achique y bombeo de la
economía local a otros lugares, cuya acción secante se percibe ahora con meridiana
claridad.
Nada invita a
imaginar que las relaciones personales del
tiranosauro, de piel tan correosa como áspera, sean la cara noble de la moneda,
la faceta redentora de su ejecutoria política. No cabe esperar que los
colaboradores políticos utilizados y luego abandonados vengan en su socorro;
aunque nunca falta un espíritu vasallo que lo desmienta.
Contemplada con
perspectiva la trayectoria del tiranoasuro, no puede decirse que estemos
ante un político de bandera. Aunque haya llenado el Paseo de la Corredera de
ellas, como si de un puerto deportivo o
de un recinto ferial permanente se tratase. Las huellas fósiles, pesadas y
profundas, la marca indeleble del monstruo de la política local, hipotecaron,
por estrangulamiento, el desarrollo urbanístico de Tuy. Pero un meteoro urbanístico impactará con gran estruendo en la
colina de piedra, y el tiranosauro, y los camaleones, de acorchadas tragaderas e
inconmovibles digestiones, que han
seguido su juego por mantenerse en el poder, serán barridos de la escena
política, y ahuyentados los viejos depredadores y la fauna menor
coreográfica.
José Antonio
Quiroga Quiroga
NOTA: Se incluye vídeo de una de las manifestaciones dominicales de los
vecinos de Malvas en contra del cambio de ubicación del vertedero