viernes, 18 de diciembre de 2015

Turrón amargo


                                                       

 

Adelanto que no se trata de una variedad nueva de turrón, equivalente en el ámbito repostero al chocolate negro, sino al estado de ánimo que altera  el paladar  de las cosas, que troca en amargo el sabor dulce del tradicional postre navideño español. Ese tipo de sensación semejante a la que experimentan los niños ante el  carbón dejado por los Reyes Magos.

A Rajoy, como presidente de Gobierno, se le reprenden muchas cosas, algunas imperdonables. Como colofón al rosario de reproches que cosechó su acción de gobierno viene a sumarse, a última hora,  al margen de los proferidos por aquellos que decidieron pasar fuera de casa las vacaciones de Navidad y no pueden votar por colapso del servicio postal, el de haber profanado gravemente el espíritu de la Navidad contaminándolo con la política por haber elegido el 20-D para celebrar las elecciones generales.

Las campanas que más repican estos días son las que  reproducen las sintonías partidarias en la reñida campaña electoral. El foco de las luces ya no se  dirige al portal de belén sino a los principales pastores políticos. El comercio, resentido por la interferencia, de haberlo sabido con tiempo, habría fabricado y puesto a la venta  figuritas de algunos de los candidatos para, junto al “caganer”, adornar el belén.

 Nada es igual esta vez en la tradicional fiesta. Tampoco lo serán las sobremesas de  Noche Buena, en las que las discusiones sobre los resultados de las elecciones, tanto o más enconadas que las disputas habidas en los debates televisivos protagonizados por los candidatos, vendrán a enturbiar  la armonía familiar.

Como en esta llamada a las urnas habrá más perdedores que ganadores, gracias al señor Rajoy el turrón no va a tener buen sabor  para millones de ciudadanos.  Dado el bajonazo anunciado del partido en el gobierno, a sus militantes y simpatizantes, el turrón les va parecer, si no amargo,  cuando menos, agridulce. Al señor Rajoy puede sucederle algo peor, que se enfade el Niño Jesús y no lo coma.

 

                            José Antonio Quiroga Quiroga

viernes, 11 de diciembre de 2015

El capi es cojonudo


 

Esta Navidad tiene un "caloret" especial, y el espíritu parvulario de siempre. Para mantener vivo el candor hasta la llegada de los reyes magos, el azar quiso  que en estas  fechas se festejen los Santos Inocentes. Y en esta atmósfera de crédula ensoñación, el zar Rajoy decidió que se celebren las elecciones generales.

Diciembre es tiempo de fraternidad, de romper el hielo, de abandonar el plasma y echarse a la calle a tomar unas cañas con el mundo. De pensar en el prójimo y visitar mercados, donde se cuece la cesta de la compra; de acercarse  al hogar del pensionista y hospitales, habitados por la desesperanza y el dolor, y repartir promesas reconfortantes acompañadas  de palmaditas y apretones de manos. Y de tomar un niño en brazos como un San José contemporáneo que comparte tareas domésticas, aunque luego no sepa preparar  unos mejillones al vapor.

También lo es de rebajas. Del Black Fraude, y de las defensas del electorado, reblandecidas ante la anunciada bajada de impuestos a los jubilados que renuncien a disfrutar del jubiloso retiro  En definitiva, y en esencia, diciembre es  mes de reconciliación. Aunque efímera como una estrella fugaz.

Cuando hice el primer campamento de la milicia universitaria, viví un curioso episodio de reconciliación volátil, semejante a la de un estado transitorio de enajenación, digna de estudio sociológico. A lo largo de todo el  tiempo de instrucción militar, en pleno verano, era habitual, entre otros padecimientos, que el sargento interrumpiera bruscamente el momento de siesta y nos zarandeara a capricho con la voz de  “¡¡¡a formaaaar!!! ¡¡¡Con cartucheras!!! Y, al medio minuto, contradictoriamente adrede,  cuando habíamos formado  filas, volvía a gritar, “¡¡¡sin cartucheraaas!!! luego, una vez más, ¡¡¡con cartucheraaas!!!, y así hasta irritar al personal, que juraba acordándose, para mal, de los muertos del sargento y del capitán. Pero llegó el día de la jura de bandera. En esa ocasión la comida, un poco mejor de lo habitual,  incluía, a mayores, un vaso de vino y dos pastelillos. Al final del ágape, los soldados, todos personas estudiadas, de pronto,  gratificados y enardecidos por el vaso de vino y los pastelillos, olvidaron el castigo sufrido durante tres meses y los consecuentes  insultos de desahogo proferidos  y se pusieron a cantar a coro: ¡el capi, el capi es cojonudo, cooomo el capi, no hay ninguno! 

El 20-D  los españoles juraremos la bandera de un partido político determinado desfilando ante las urnas. En esta ocasión, el vaso de vino y los pastelillos, en forma de paga extraordinaria, se dan con anticipación.

Brindemos, pues,  por un futuro joven. Y sonriamos.

 

                               José Antonio Quiroga Quiroga

martes, 8 de diciembre de 2015

Que experimenten ellos


 

Ante las disputadas elecciones generales, Rajoy recuperó, en versión  política, la famosa, por  dañina, sentencia de Unamuno, “que inventen ellos”.  Recomendó al electorado que se deje de experimentos votando a partidos emergentes encabezados por jóvenes líderes sin experiencia de gobierno. Vino a decir, pues, que los experimentos con gaseosa. Que deben ser  los más productivos y rentables para un país.  

Haciéndose eco del rancio conservadurismo del todavía presidente, un tudense (permítaseme la intranscendente anécdota), de pensamiento viejo y reaccionario, como suele corresponder a educaciones cimentadas en dogmas,  consideró oportuno sumarse a la causa y tratar de apuntalar tal llamamiento  enarbolando el refrán gallego, elevado a artículo de fe: “Leña verde e xente nova todo é fume”. Cabe decir al respecto que, mayoritariamente y en todo tiempo, las revoluciones sociales, el avance de las ciencias, los descubrimientos, así como la creación artística, han sido protagonizados por jóvenes. 

Felipe González y Alfonso Guerra, entre otros miembros del partido socialista que han desarrollado tareas de gobierno, carecían de experiencia cuando accedieron al poder, y es indiscutible su gran contribución a la modernización de España, desplegada, mayormente, en los primeros años de  mandato  en los que la aludida inexperiencia era más patente. En ocasiones, y en determinadas actividades, la experiencia no es un valor indiscutible, sino un pesado cúmulo de obsolescencias sostenidas por la tradición y la costumbre,  que obstaculizan seriamente los cambios y la innovación.

Lo exigible a un candidato a presidir el gobierno de una nación es, esencialmente, inteligencia, sensatez y sentido de la justicia. Los conocimientos propios de la gobernanza los aportan, entre otros, el equipo de asesores, secretarios de Estado, y técnicos superiores de la Administración, como ha sucedido históricamente.

Pero el meollo del asunto radica, fundamentalmente, máxime hoy día en que la corrupción política  tiene  a la ciudadanía conmocionada y sumida en la miseria,  en la solidez de principios éticos del candidato que garanticen su independencia frente a la presión de los poderes económicos.

 

                                 José Antonio Quiroga Quiroga

 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Sufrir la Oposición


 

Afortunadamente, en el Ayuntamiento de Tuy se han invertido los términos. Hemos pasado de padecer gobiernos a sufrir la oposición. Mayoritariamente cateta, y de discurso embarullado que dificulta el debate racional. Un mal menor comparativamente, pero nada tranquilizador si atendemos a su superioridad numérica. Además de desalentador, pues cuesta entender  que tales representantes gocen de tan amplio respaldo social.

Con frecuencia la oposición utiliza palabras impropias que causan confusión entre los corporativos. En el pleno de noviembre le hemos escuchado llamar aguas fluviales a las pluviales (Alternativa Popular de Tui), y  porfiar, durante diez minutos, al representante de Ciudadanos Tudenses sobre la imposibilidad de construir un colegio en  una parcela  que entre los usos asignados a la misma  figura el docente. Debió  creer el señor Manuel González Vázquez que el uso docente se refería al religioso,  porque la decencia es principio moral de la docencia de las Iglesias. Moralidad que debería obligar a un examen de conciencia previo sobre las propias aptitudes y capacidades para optar a la alcaldía con la dignidad requerida.

Pero no todo es incultura en la oposición. C 21 aporta, con la figura de su líder, la desenfadada desenvoltura del tertuliano televisivo al uso que se atreve con todo,  pues, como los sabios de la antigüedad, parece reunir todo el saber de la época.  Sobre el segundo, licenciado universitario, no cabe formular opinión alguna pues el absoluto protagonismo del portavoz no le permite pronunciar palabra.

En la referida sesión plenaria, en la que, a instancia de una plataforma ciudadana de afectados por las hipotecas, se presentó la moción de trasladar  a la Xunta un escrito sobre la problemática actual del alojamiento, el señor Padín justificó la abstención de su grupo al relacionar, identificar y sintetizar en tres brochazos, como causas reales de ser víctima de deshaucio y de sufrir pobreza energética, al buenismo imperante. Un buenismo que, según su criterio, apuesta por la “ruinosa” industria de las energías renovables frente a la  rentabilidad de la técnica de fracking hidráulico en la extracción de gas, como queda demostrado con la quiebra de Abengoa; que pone en riesgo  la salud financiera de la Banca con la pretensión de la dación en pago; que atenta contra la propiedad privada,  la ley Hipotecaria y ley sobre Régimen de Alquiler. Sin duda, todo un instruido en tan compleja y variada temática.

Lo que resulta preocupante es el malismo del señor Padín, alineado con la política económica ultraliberal de las empresas multinacionales, que en su voracidad rechazan toda regulación estatal. La defensa de tales principios hace que, cual nazi en términos económicos, se muestre inclemente con los oprimidos y desfavorecidos. Ya se mostró injustamente cruel con los productores gallegos de leche. La argumentación al respecto del líder de C 21 fue censurada  de viva voz por una persona de la plataforma ciudadana presente en la sala, obligando al alcalde a amonestarla  de que respetase las intervenciones a riesgo de tener que abandonar la dependencia, optando aquella por retirarse “al no estar dispuesta a seguir escuchando más imbecilidades”. Terminada la exposición del señor Padín se retiró el grupo de afectados, no sin que antes una señora le dedicase un reproche: “habría que verte a tí pasando hambre”. Lo paradójico del fundamentalismo económico de don Próspero es lo mal que se desenvuelve  él en el libre mercado.

Decía Manuel González Vázquez, “O Rato”, en campaña, que lo que necesitaba Tuy era color, que a Tuy le faltaba color. Pues bien, ya tenemos una oposición de lo más pintoresca.  

 

                             José Antonio Quiroga Quiroga